El jueves 29 de agosto después de comer me dieron el alta en Hospitalia, después de 72 días.
Con 34+4 semanas de gestación y un peso estimado de 2400gr., el jefe de planta estaba muy tranquilo con las posibles perspectivas, y al no llevar ya más medicación que la progesterona vaginal, podía estar haciendo el mismo reposo en mi casa que allí. Y mucho más a gusto.
Así que me hizo una última medición del cuello del útero,
comprobó que todo estaba bien y a pesar de no tener apenas milímetros,
no se había modificado... y hala, al mundo exterior!
En estos últimos días me había dado tiempo a superar mi Síndrome de Estocolmo Hospitalario, y la verdad es que tenía muchas, muuuuchas ganas de ir a casa.
Pero después de tanto tiempo entre las cuatro paredes de esa habitación (azul y blanca, sin decoración, sin movimiento...), mis sensaciones al salir se correspondían más con un viaje psicotrópico que con otra cosa.
Primero: me daba la sensación de que todo iba muy rápido: la gente caminando, los coches... todo iba como acelerado. Desde luego, yo era consciente de que yo iba lenta y además, me cansaba mucho (lo poquito que tuve que caminar: bajar del hospital al coche y del coche a la puerta de casa), pero además de eso, es que todo lo demás iba muy deprisa.
Otra cosa que noté es la cantidad de colores que había de repente. Muchos colores, y muy vivos. Y moviéndose muy deprisa (esto ya lo he dicho)
Al llegar a mi casa, las sensaciones eran variables: por un lado, desde luego, mayor amplitud de espacio, pero a la vez un espacio más acogedor y mucho más "lleno". Con muchas cosas. De colores (menos mal que no se movían, ni deprisa ni despacio, si no ya me hubiera preocupado)
De repente vi a mi gata super pequeña, mucho. Incluso a mi gato (que pesa 6 kg. y de pequeño no tiene nada)
Y lo más flipante: el silencio. Creo que esto no lo había mencionado, pero la habitación de Hospitalia estaba climatizada, lo que mantenía una temperatura fresca constante (nada que objetar, en verano se agradece)
Lo malo es que esa climatización hacía ruido. MUCHO. Un ruido constante día y noche. Llegabas a acostumbrarte, pero lo seguías oyendo, no era un ruido sutil, no, era un ruidazo (Pupi lo comparaba con dormir al lado de una cascada)
Y de repente, mi casa colorida, llena de cosas, con sus proporciones extrañas, estaba en un increíble silencio. Silencio en el salón. Silencio en la habitación, a la hora de dormir! Llegué a notar la misma sensación que tienes cuando sales de un concierto o un local con la música muy alta y en la tranquilidad de tu casa notas ese zumbido en los oídos... igual.
Ya he dormido dos noches en casa y aunque gran parte de ese efecto ha desaparecido, sigo alucinando con el silencio que hay a la hora de dormir.
Hoy, casi dos días después de salir de Hospitalia, me voy re-acostumbrando a todo.
Estoy encantada y muy feliz de estar aquí, deseando que Dragoncita siga alguna semana más dentro de mí, no solo para terminar de "hacerse", sino para darnos un tiempo para disfrutar de estar en casa los cuatro solos (mi chico, mis gatos y yo) y preparar juntos las cosas para cuando llegue "el quinto miembro".
"Se está mejor en casa que en ningún sitio"
Sé que la casa no será tan silenciosa entonces :)