domingo, 21 de julio de 2013

Primeros días en Hospitalia y medicaciones varias

Nada más ingresar, en la misma habitación una enfermera vino a extraerme sangre "Análisis preoperatorios", dijo, y recordé que el ginecólogo de la consulta había hablado de la posibilidad de hacerme un cerclaje.

Los recuerdos de los tres o cuatro primeros días se entremezclan como en un sueño: venían los ginecólogos con las caras muy serias, hablaban de "falta de viabilidad", de "semana muy temprana". Lloraba varias veces al día, sola o delante de la gente.


El primer día me hicieron monitores por la noche, para ver si tenía contracciones que pudieran influir. Las tenía.

 Hablaron de "dinámica uterina", y el tratamiento de ese primer día de ingreso fue:

- Progesterona vía vaginal (para relajar útero), cada 12 horas.
- Indometacina (para inhibir las contracciones)cada 12 horas.
- Ranitidina (un antiácido), cada 12 horas
- Una inyección de Celestone (corticoides) para la maduración del bebé. Al día siguiente, tocaría la segunda.
- Y por la noche, un Valium 10 intravenoso (relajar musculatura útero y dormir) Me ponen una vía "por si hay que ponerte más medicación así" Es incómodo, pero tengo buenas venas.


El segundo día por la tarde me molestaban mucho las lumbares. La matrona de turno se asustó, hizo que me viera la ginecóloga y ella vio el cuello del útero algo más corto.

Más malas caras, más malos términos: "No es viable ahora, hay que prepararse para lo peor.... deberíais hablar de qué queréis hacer..."
No entendía nada: hablar, ¿de qué? Creo que en ningún momento de estos días me sentí más asustada y confundida.

Me hizo un tacto vaginal (¿por qué lo llaman "tacto", si es lo menos parecido a actuar con tacto?) que me jorobó bastante y me hizo manchar unos días. Hablaban entre ellas de que el cuello "seguía grueso". A mí nadie me decía nada.

La ginecóloga (desde entonces, la Dra. Borde) salió de la habitación.
Me dejaron sola con una matrona, y empecé a llorar. Por suerte, ella fue mucho más amable conmigo y me consoló un poco.
Es increíble lo que puede cambiar el mismo hecho dependiendo de quién y cómo te lo transmita (sobre eso, hablaré más adelante)


A partir de ese momento, el tratamiento cambió:


- Ciclo de 48 horas de Tractocile (marca de Atosibán)
- Pastillita de Valium 5 (en realidad su genérico, Diazepam 5) por la noche.


Dos días después, tras terminar el ciclo y ver que seguía con las contracciones, decidieron ponérmelo continuo.
La bomba eléctrica que lo suministraba se iba a convertir en mi compañera continua (mi "bola de preso", mi "chaleco salvavidas"...), aunque en este momento aún no lo sabía.

Sin embargo, seguían doliéndome las lumbares, hasta que a un médico (Dr. Superjefe) se le ocurrió que lo más probable es que fuera algo postural. Después de 4 días sin levantarme de un colchón deformado por el centro, parecía tener sentido. Así que me dieron un ibuprofeno, y al día siguiente me hicieron un "upgrade" de cama, a una cama articulada eléctrica.

El dolor remitió, y me encantó mi nueva cama, que me daba mucha más autonomía para colocarme como yo quisiera.

Más o menos en este momento empecé a darme cuenta de que hay que tener cuidado de lo que se dice, cómo se dice y a quién, para evitarte meneos y tocamientos innecesarios.

Con el Tractocile continuo en vena, el Diazepam 5 y el reposo en cama sin levantarme más que para ir al baño, todo empezaba a normalizarse un poco.
Me hacían monitores mañana y noche, y salían menos contracciones, o alguna aislada.

Con el paso de los días, se mantiene esa medicación y conseguí que me quitaran el antiácido (no tengo acidez y no entendía por qué debía tomarlo), aunque me añadieron una pastillita de hierro (Tardyferon) y después, otra de ácido fólico.

Los ginecólogos empezaban a parecer más contentos, y llegué a pensar que podría irme a casa con la bomba de Tractocile puesta, pero no era posible (ya no solo por la bomba, sino por todos los controles que me llevaban allí). Y quitármela era inviable, era demasiado pronto.

Cuando llevaba algo menos de dos semanas, la ginecóloga más maja, (Dra. Rubia) nos dijo que nuestras próximas metas eran llegar a la semana 28 y después, a la 32. En el momento de escuchar eso estaba de 26 semanas y un día.

Y lo mejor que nos podía pasar era conseguir seguir todo ese tiempo en Hospitalia.

Y así es como me convertí formalmente en una habitante de Hospitalia de larga duración.

2 comentarios:

  1. Cuando leo tu crónica, me estremezco pensando en lo duro que es encontrarte en esta situación. Debe ser porque pasé por una situación muy similar, aunque la mía fue a las 28 semanas, y todavía recuerdo el susto y la angustia despues de escuchar que me ingresaban y me explicaban que me iban a pinchar los corticoides para madurar los pulmones de mi niño (el Celestone que comentas). Ahora estoy viviendo mi segundo embarazo con los mismos problemas que el primero, con un cuello de útero de mantequilla que se borra con cuatro contracciones, pero esta vez estoy mas tranquila (aunque para qué engañarme a mi misma, ahora mismo estoy nerviosa por aguantar hasta la semana 34 (estoy en la 31 ahora).
    En fin, todo este rollo es para mandarte muchos ánimos, que eres una luchadora y que a pesar del poco glamour del maldito camisón de hospital, vas a ser una madre estupenda (eso sí, lo serás de aquí unas semanas, eh! Que todavía tienes que aguantar mas)
    Saludos
    Cecile (Vogue)

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  2. Cecile! Tú también eres una campeona, aún más, que te has atrevido con un segundo después de pasar por una situación así con el primero... yo no creo que tenga ganas después de esto (ahora, a concentrarnos en que este vaya bien)

    Yo mañana hago 30 semanas, y también con muuuchas ganas de llegar a las 34.
    Besotes y tranquila, que las dos lo vamos a conseguir!!
    Y gracias por los ánimos guapa, desde aquí os iré siguiendo.

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